Al abrir Historias al Revés, piensas en Lori Meyers, en Los Ángeles y en 091, por eso, la primera parada es Granada. Sigues avanzando, indagas un poco más y encuentras a The Beatles, a The Who, a The Jam, a Wilco, a The Birds, a The Sunday Drivers y también a Los Íberos. Y justo en ese punto es donde comprendes que son de Málaga.
No importa. Sea como sea, el primer larga duración La Cena -así es como se llaman los malagueños- son once canciones de pop donde el resultado está por encima de todo lo demás. Donde prima la calidad y la sencillez, la intensidad y, sobre todo, la dedicación. Mucha dedicación.
Todo empezó en el verano de 2008. Tres de ellos, Dani –batería-, Johnny –bajo- y Miguel -guitarra y voz-, deciden poner fin a su antigua banda -Circo25- y comenzar una nueva andadura a la que se une, un año después, Diego -ex Kausas Sociales-.
Los cuatro sienten la necesidad de pasar página, “de cerrar un ciclo” y de comenzar a gestar un álbum “sin prisa pero sin pausa”. Se toman su tiempo, cuidan cada detalle y miman cada acorde y cada letra. Con constancia, con trabajo y con muchas ganas de mostrar su ópera prima.
A principios de 2010 ya tenían todo el material y muy claro que querían contar con José María Rosillo para producirlo. Pero, de nuevo, hicieron las cosas con calma y, antes de llegar a los estudios Audiomatic de Madrid, ensayaron a la perfección todas y cada una de sus composiciones.
Tres semanas de grabación, unos cuantos meses de mezcla -el proceso tuvo que realizarse a distancia- y, a mediados de 2011, ya estaba todo listo. Y todo como a ellos les gustaba. Ni más, ni menos.
Nacían las Historias al Revés de La Cena: “experiencias, sensaciones, situaciones, momentos buenos, momentos malos…”; capítulos vividos por ellos, extensibles a cualquiera de nosotros; melodías “para ser contadas de una forma u otra”. Es decir, “Historias al revés”.
Un disco que ha sabido -y ha querido- vencer a contratiempos como la marcha de Diego –sustituido por Álvaro, de Concorde-. Poco más de 40 minutos de pop que remite a la mejor época del género y que explosiona primaveral y psicodélico en "Las Flores que Quedan" e, incluso, en "Septiembre".
Roza la melodía perfecta en momentos como "Mi Lugar Secreto", "Blackjack", "Historias al Revés" o "Doble Sentido". Permite un alto grado de protagonismo a los coros -cuidados al límite-, a los juegos de voces -limpios y cristalinos- y a los estribillos, que se vuelven más eficaces con cada escucha.
Suena absolutamente veterano, no pasa desapercibido, ni puede quedarse en el olvido. Y muestra una calidez en su contenido que consigue que todo adquiera un sello de identidad claro y contundente: el de La Cena.