Joaquín Sabina ha retratado con cruel acierto todas las aristas de los sentimientos humanos: el amor y la soledad, la excitación y el hastío, la esperanza y el desamparo, todo lo que nos hace débiles pero aquello que nos define.
Vividor redimido, retratista hiperrealista y coleccionista de un cancionero abrumador, que permanece indeleble en el subconsciente colectivo de varias generaciones. Sus extenuantes conciertos se convierten en experiencias vitales de quienes los disfrutan, como esos vinos exquisitos que se recuerdan con nombres y apellidos.