Hasta qué punto es extraño, para nuestro entender, esa constancia de las orbitas estelares que se repiten en ese organigrama imperfecto de compensación de masas, pero que componen ese complejo sistema que hemos dado en llamar universo. Quizá no haya mucha diferencia entre ser onda y partícula, en ese gran escenario, para un minúsculo y aguerrido electrón, pero no deja indiferente que la materia sea tan voluble.
Igual hablaría si observara que el formalismo geométrico se rigiera, según le conviniera, por las orbitas surrealistas, y que su propia consistencia se guiara por la repetición mecánica del gesto que recurrentemente y sin esfuerzo busca la forma.
Algo parecido es lo que ocurre con el trabajo de Gini, que en un interesante desafío a la insistencia del grafismo en mano alzada termina consiguiendo orbitas y formas perfectas, al menos a nuestra percepción, que es como decir en el orden que nos es dado.
Así es como entre la sencillez de ejecución y la complejidad de las formas está el resultado que constituyen las obras que representan esos objetos novedosos y singulares compuestos entre esferas y volúmenes producto tanto de la imaginación del autor como de la propia casuística del momento. Es una especie de rocalla moderna, que por inusual, sólo puede ser producto de la inventiva autentica que despliega el autor, Higinio Díaz-Marta.
Gini tiene una dilatada carrera como artista. Expuso en nuestro espacio en 1997. Formó parte de la Muestra AJAC 24 del Metropolitan Museum de Tokio en 1998, así como de la Feria de Arte de Salamanca en el 2002. Ha tenido diversos premios entre ellos la Mención Honorífica en el certamen de pintura Copiti o también en el certamen de Caja Madrid del 88.