Existen espacios privilegiados únicos, oasis de arte bañados por luces irrepetibles. Un rincón es perfecto cuando lo arrulla la luz perfecta. La luz perfecta es tan efímera y fugaz que solo los pinceles y los ojos más avezados pueden atraparla, inmortalizar ese instante breve de la fusión entre espacio y luz.
El colectivo Almarián y una cuarta artista invitada traen su obra a la acogedora Atarfe. En una sala en la que se concentran ecos que evocan el esplendor de al Andalus: Almarián, Al Taraf, Medinat Ilbira, Xauen. Presente y pasado con mucho que ofrecer. Historias únicas en torno a la Vega de Granada y en derredor del Alto Guadalquivir. Arqueología con mayúsculas. Sierras mágicas protectoras, balcones de infinitos paisajes de libertad, de choperas y huertas y olivos. Tierras de gentes alegres y hospitalarias. Los espacios y las luces de cuatro nombres de Jaén se funden con tantos espacios y tantas luces que atesora Atarfe.
Alfonso Ibáñez. En busca de nuevos mundos que explora tan ágil y veloz como la luz, con distintas técnicas, con acrílico, con óleo o con acuarela. Color y canción, sus lienzos canturrean lo que siente su alma inquieta: fuerza para agarrar lo mejor de la vida. Desde la minuciosidad en los laberintos de su abstracto, siempre a la caza de nuevas formas y más colores, hasta la prisa de su acuarela sencilla y honda.
María José Cañada. Pincel con una intensa luz especial en manos de una artista discreta: luz fuerte para su cuadro, sombra para su firma. Colores vivos de la naturaleza más hermosa, acuarelas ávidas que capturan joviales flores y su belleza de agua, fresca y demasiado efímera. Serenidad y fuerza.
María González. Armonía en pincelada, tras pincelada, tras pincelada en busca siempre de la casi alcanzable perfección para su exigente pincel. Cada todo ensalza y agranda a otro y todos sus muchos colores son protagonistas en cada obra. Transparencias que enseñan, ocultan e insinúan, botellas cargadas de mensajes, de sensaciones múltiples para cada observador-espectador.
Antonia González. Otoño dulce para despedir el bullicio y el tórrido verano y acoger al silencio y templado otoño. Terrosos y ocres cálidos se entrelazan con grises y azules fríos. Reflejos de una nueva estación, serena y reflexiva. Acuarelas detallista trufadas de reflejos, de enigmas cargados de profundidad.
Espacios para disfrutar, para saborear y para volver siempre. Gracias a las luces, a los autores que las han nacido y también a todas las sombras, a cada nombre que ha hecho posible esta exposición, que hace posible el arte, que la cultura sea un espacio para todos que no llega a quedarse sin luz, tenue pero fuerte luz.
Juana G. Alcántara
Periodista