El Principio fue el Caos. Una energía indomable que desató la Creación. Al instante, la gravedad ordenó la Represión. Galaxias, sistemas y planetas se forjaron en esta contienda entre fuerzas opuestas. Caos y bajón. Metal y Pop.
La materia se hizo carne y la carne conciencia. Un simio golpeó un monolito con un hueso y vio que molaba. Otro simio se quejó del ruido y llamó a la pasma. Así el Drama Cósmico se prolongó en la especie humana.
Los Hijos del Muermo y los Hijos del Metal se aguantaron y se repelieron mientras se arrastraban por los siglos como dedos moribundos hacia un chusco de pan.
Hasta que, tras lustros incontables, se abrieron los mares, se desecaron los bares y las fuerzas brutas reprimidas golpearon, cabezas contra muros, botas contra culos, como aguas bravas batiendo en un dique. Y en el furor y el horror de la liberación la Aberración de Cuatro Cabezas surgió, pura tralla y maldad.
Porque había sido escrito con uñas antiguas en el Infinito: “Cuando el volumen brutal aplaste el croar de las mentiras. Cuando del cielo lluevan hostias y priva. Entonces las bestias se volverán dioses y la Humanidad regresará al Caos de una nueva Creación. Los cinco días de prueba de la Civilización habrán concluido, y la caña gobernará un Eterno Finde Brutal.
Este Evento será llamado Atopeosis, y quedará marcado en la Historia con el Número de Referencia de la Bestia para complacer a Satán".