Muchos son los artistas que crean un alter-ego, un personaje que concentra su actividad, una personificación de sus miedos y de sus anhelos. En el caso de Emilio Subirá, su producción artística se concentró en un tiempo en el desarrollo de Johnny, un personaje con cuerpo escultórico y cabeza de lienzo que engloba en sus diferentes etapas muchos de los comportamientos y condicionantes más variados de la humanidad. Comportamientos que, al contrario de lo que pasa en la vida real, le provocan una serie de deformaciones y actitudes plásticas muy irónicas, llenas de matices y contrasentidos.