“NOVIEMBRE DEL 36” no es un alegato a la guerra, sino un reflejo y una reflexión sobre nuestros tiempos, en la cual alzamos la voz y decimos claramente: “Los pueblos que olvidan, están condenados a repetir su historia”.
Rafael Alberti declaró en la academia de Bellas Artes, que su propósito con “Noche de guerra en el Museo del Prado” era: “dar la palabra a la pintura”.
Hay dos épocas; la Guerra Civil y la Guerra de la Independencia contra el imperio francés. Ése es el paralelismo que tan acertadamente propone la obra; pero el gran acierto, sin duda alguna, es hacer hablar a los cuadros de Goya, de Ticiano, de Velázquez, o de Fra Angélico, entre otros.
1936-1808: “Tenían las mismas caras, iguales oficios, hervor idéntico en las venas”.
En el espacio escénico acampan nuestros voluntarios; los podemos observar en su cotidianidad. Las obras de arte, ya están en los sótanos.
Nuestra propuesta tiene un enfoque de juego que puede recordar a Brecht. Los actores se desdoblan o se triplican para encarnar los diferentes protagonistas de la historia. No hay psicología del personaje: el actor es portador de diferentes mensajes, y está en escena de forma activa a lo largo de toda la representación.
Teatro épico sin duda alguna y podríamos afirmar, sin pretensión, teatro popular. Y aunque esos términos hoy en día no significan gran cosa, quizá en los tiempos que corren, no sería inútil reponerlos de actualidad…