Su caso, como el de muchos colegas masculinos de la generación de crooners contemporáneos, es que tiene una voz 'vieja' que recuerda a divas de antaño, fundamentalmente a Billie Holiday. Pero no se trata sólo de una cualidad clónica, de un tono similar. Hay algo del espíritu de las viejas cantantes de jazz y blues en ella. Diana Krall, por ejemplo, puede ganarla en técnica, potencia y clase, pero Madeleine respira la música como casi ninguna vocalista contemporánea. También es destacable que haya sabido elegir un repertorio de autores contemporáneos pero que beben y al mismo tiempo pervierten la tradición sonora americana. En 1996, un disco, 'Dreamland', parecía ser la puerta de acceso su voz, una voz muy, muy especial. Pero el ritmo de Madeleine Peyroux no tiene nada que ver con el de la industria, sino con el de su propia vida, y por esto, a pesar de su increíble debut, ella decidió esperar. Diez años después, Peyroux presentaba, 'Half the perfect world', en el que combinaba originales, estándares y versiones de, entre otros, Charles Chaplin, Leonard Cohen o Serge Gainsbourg. Ahora regresa con 'Bare Bones'.